Si el amor se pudiera comer ¡definitivamente sería un postre!
¡Hola pastelitos! Hoy vamos a darle la vuelta a esta historia del servicio, empezando por el final. Por supuestísimo que el contacto inicial es importante, el cliente acaba de llegar y nuestra misión es hacer todo para que se relaje y disfrute. El nudo de la experiencia también es crucial, porque durante esta parte de su visita consolidamos la venta. Pero si estos pasos serían los que conquistan los ojos y el estómago de nuestro agasajado, un buen cierre será lo que conquiste su corazón. Si descuidamos el desenlace, pondremos en juego la totalidad de la obra que queremos representar. Toda la atención del cliente, estará puesta en estos momentos finales, que encierran la oportunidad de generar esa sensación, esas emociones que queremos que se lleve de nuestro local.
¿Son tus postres la estrella, el villano, un final insípido, o un broche de… plástico?
Ultimamente hay una auténtica revolución en el marketing de lo dulce y el carrito de los postres vuelve a ser el protagonista. Se trara de los productos que tienen más margen de rentabilidad. Poniendo más atención en esta parte podemos mejorar mucho los ingresos.
El momento del postre es muy valorado por nuestros clientes. Las connotaciones emocionales asociadas a un desenlace, son las que más idealizamos: el AMOR, la ALEGRÍA, la FELICIDAD. Son emociones elevadas a las que todos aspiramos y podemos aprovechar el momento del postre para evocarlas.
El producto tiene que estar en consonancia con lo que el momento representa, con las emociones que inspira, y eso se traduce físicamente -y químicamente-, en productos de calidad, elaborados artesanalmente, si es posible por uno de esos pastelero que lleva el arte en las venas. Se ven auténtcas mini-esculturas en piezas de fruta y pequeñas obras de arte hechas sólo con azúcar, que mejor recurso para sorprender y enamorar, ¡aprovechémoslo!
Dulce dulce
Alguna vez habrás oído la palabra «dulce» como piropo, o presenciado incontables relaciones que empiezan con un tímido: «¿Tomamos un café y algo dulce?». Yo he visto gente enamorarse locos y perdidos, sólo por ver al otro emocionarse frente a una tarta de chocolate. Y adultos volverse niños ante la urgencia de querer romper la costra azucarada de la creme brulée, mientras el camarero aún está con el soplete.
Entonces tenemos que estar a la altura. ¿Dónde esconderías un anillo de compromiso: en un helado industrial de pitufo azul o en una mousse de chocolate blanco? ¿Seríamos capaces en cocina, de sacarle una lágrima a un hombre en su 50 cumpleaños, con un pastel improvisado en 10 minutos??
Detectemos si en nuestro establecimiento estamos consiguiendo ese broche de oro que el momento del postre se merece. Evitemos comentarios en las redes del tipo: «El primero delicioso, el segundo fantástico y, para el postre… os recomendamos la heladería de al lado». Ni hablar de la cara de póker del camarero ante la pregunta de:
«¿No hacéis postres artesanales?»
A todos nos gusta un final feliz
Hay miles de cosas que podemos hacer para honrar y respetar este momento tan dulce, desde aprovechar nuestro café excelente para elaborar un auténtico tiramusú italiano, hasta personalizar al máximo para los clientes habituales, regalándoles un «me acuerdo de lo que te gusta» escrito con productos tan versátiles y mágicos como el azúcar o el chocolate.
No olvidar aqello de «últimas impresiones», lo que más retiene nuestra memoria de una experiencia, ¡es lo último!
Aún después de dejar nuestro restaurante, los clientes extenderán su experiencia comentando lo que han vivido, sea positivo o negativo. Algunos de esos comentarios acabarán como posts en sus redes sociales, así que asegurémonos de ofrecer experiencias que sean positivas. Todo influye en la reputación y el éxito de nuestro negocio.
Hasta otro post amigos, ser dulces, amorosos y felices.
Leerlo ya es Delicioso!!