Deja de quejarte

Alguna vez habrás escuchado que las palabras son poderosas, que ellas crean nuestra realidad. De ahí aquello de “sé impecable con tus palabras, porque ellas crean tu destino”. Imagínate si las que utilizas en tu discurso son quejas, o tacos, o críticas negativas. Quejarse es un incordio, tanto para ti como para el que te escucha, y si tu interlocutor es un número importante de gente a tu cargo en el trabajo, más responsabilidad para ti. Las quejas no son más que energía negativa y resultan contraproducentes. Para avanzar en el trabajo y en la vida hemos de eliminar el exceso de carga, como la pesada mochila que representan las quejas.

¿Por qué nos quejamos?

La principal razón por la que nos quejamos es porque nos sentimos inseguros, impotentes, frustrados o incapaces de hacer algo, y al final la práctica se convierte en un hábito. Para ser un superviviente (en el sentido de estar muy “vivo”) en el mundo de hoy, es imperativo que rompamos con esta fea costumbre.

Las quejas en el trabajo

Ya no quiero escuchar en mi entorno laboral como dos empleados que están trabajando juntos, critican a la empresa durante la faena, y cuando uno se retira el que queda empieza a hablar mal del primero. Esta actitud tiene que ser corregida inmediatamente. Es inadmisible que 24 horas después de una incidencia sigamos hablando negativamente de ello. Desarrolla el hábito positivo de auto-observarte y cuando te descubras en un comportamiento así, cambia el chip, deja la rabia, hay que seguir trabajando y tu actitud aquí influirá mucho en el resto de tu día. Si hay algo que no te gusta de tu vida, quizás deberías cambiarlo, y si no puedes, quizás deberías tratar de aceptarlo. Hazlo y verás como todo el entorno empieza a volverse más amable.

Quejarse menos

Irónicamente, el primer paso para lograrlo, es mirarnos a nosotros mismos. Necesitamos identificar a las personas que nos influyen y nos animan a quejarnos. No hace falta ir muy lejos, suelen estar en nuestro entorno más próximo. Aquí un ejercicio: imagina un triángulo en cuyas puntas se ubican la familia, las amistades y el trabajo; y a continuación enfócate en mejorar en uno de ellos. Te sorprenderá ver como tiene un efecto positivo en las otras dos. El ambiente nos moldea y nos afecta porque nos desarrollamos dentro de él, pero podemos elegir no ser arrastrados por un foco de negatividad inconsciente y externo. Está comprobado que casi todas nuestras conversaciones animan al criticismo. Por cada “bien hecho” que escuchamos, hay otras seis del tipo: “por qué no puedes ser más como fulano”; “lo que haces me saca de quicio”; “es que nunca me escuchas”; “tú no puedes…”; “lo haces mal”, ¿te suena algo de esto? Presta atención e identifica quién de las personas a tu alrededor se queja más de veinte veces en un día y a continuación, aléjate.

Pero sé honesto y admite que muchas veces la persona que más se queja en tu mundo no es otro más que . Generalmente hablamos sin consciencia y no nos escuchamos a nosotros mismos, pero si pudiéramos revisar lo que decimos en un día en una grabadora…

Si el centro de la negatividad se encuentra en un puesto de trabajo que estás obligado a compartir cada día, la tarea de crear un buen ambiente te podrá parecer más difícil, pero no si te esfuerzas en permanecer en el polo positivo, con lo cual acabarás polarizando hacia tu actitud hasta al más amargado. El truco está en cambiar tu percepción de la situación. Habla exclusivamente en forma positiva. Al identificar y traer el proceso a la consciencia, estás por encima de la negatividad, entonces tu interlocutor quejica ya no podrá continuar expresándose en esos términos. Créeme, unas cuantas semanas firme en este ejercicio tienen el poder de cambiar por completo tu realidad.

Sé parte de la solución

Es mejor que ser parte del problema. Si te percibes a ti mismo o a otras personas quejándose, detente y analiza la situación, al dar un paso atrás y negarte a participar, ya estás del lado de la solución. Si consigues mantenerte allí, verás como los otros dejan de quejarse, pruébalo. La mayoría de la gente no quiere escuchar las quejas de nadie, ya tiene bastante cada uno con sus problemas, no por falta de solidaridad o interés, así es sencillamente la naturaleza humana.

No te dejes inundar por el pesimismo uniéndote a un coro de negatividad. Si pones sobre tus hombros la carga de otra persona, no le estarás ayudando en absoluto. La mejor forma de ayudar a mejorar la vida de los que te rodean es asegurarte de que tú mismo eres feliz. Para cambiar una situación negativa mantén siempre una apariencia optimista, dirigida a la acción. Si tienes que ir a la escuela a estudiar, sé puntal, llega presentable y aplícate. Proporciona ideas en vez de unirte a las quejas, por tentador que esto resulte. Además, los optimistas viven más y alejan de sus cuerpos los problemas de corazón.

Siempre que te enfrentes a un reto, intenta recordar “es parte del paseo”. No queremos dejar a nuestro paso un rastro de quejas y comentarios negativos. Si trazas tu legado sobre el pesimismo, darás muy mala impresión de ti, tanto hoy como mañana. Y lo que es más importante, las quejas socavan tu capacidad de vivir el aquí y el ahora. 

Un jefe quejica será un líder al que no siga nadie. La gente se siente naturalmente atraída por los que inspiran esperanza. Inevitablemente, el líder que forja un escenario lleno de pesimistas crónicos fracasará en su empeño de dirigirlos. Cualquiera puede ofrecer quejas o críticas, pero aquellos que ofrecen soluciones son los que piensan diferente del resto, y se convierten en verdaderos líderes. Destacan.

No dejes de participar con tus anécdotas, historias y recuerdos de una vida en el oficio, compartirlas nos hace aprender a todos. Gracias, Xavi.

“Me quejaba de que no tenía zapatos, hasta que conocí a un hombre que no tenía pies”. Proverbio indio.

Un comentario

  • Merche on 30 de enero de 2016

    Gracias por este artículo ya que me siento muy identificada, porque estoy en un punto de mi vida muy negativo y que me cuesta avanzar.

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